A riesgo de que me pongáis de todos los colores, he rescatado un reportaje que se publicó hace muchos años en la revista del Instituto Vasco para la mujer "Emakunde". Como la publicaron en euskera y no tuvo mucha repercusión, me tomo "la revancha ". Más que nunca se trata de mi opinión y lo que vieron mis ojos. Como es un poco largo únicamente os presento una primera parte. Si os gusta publicaré el resto.
Uno
se da cuenta de que está en la República Dominicana nada mas bajar del avión y
poner el pié en el suelo. La bofetada de calor húmedo se contrarresta
rápidamente con las sonrisas de bienvenida incluso de la policía, que además
recaba información “adicional” como el hotel en el que una se hospeda. El
tremendo lío inicial de maletas y papeleo, acompañado eso sí siempre de 10
dólares sin los que nadie puede entrar o salir del país, se dispersa un poco
con los “Vaya por ahí mi amor”, “Dígame que es lo que Vd. desea, ¡bella!...etc.
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"Solterita alegre" Ya vé usted... |
Las
mujeres dominicanas son de buen conformar, tienen poco y con poca cosa se
“apañan”. Llama la atención su especial criterio de conducta frente a los
hombres. Los tratan como si fueran una especie en peligro de extinción, como
algo precioso que hay que venerar y cuidar de cerca para que no ocurra que al
menor descuido “otra” se lo lleve por delante. Por ello tampoco entienden muy
bien aquello de que uno viaje y su pareja se quede en el lugar de residencia.
Las parejas dominicanas se mantienen juntas en todo momento, mientras la
relación funcione por supuesto, pero suele suceder que no se mantienen excesivamente en el
tiempo, quizás por un excesivo “celo”por ambas partes.
Antes de la llegada del turismo a la
república, el sometimiento de la mujer
dominicana al hombre era total. Ellos eran los que llevaban las “habichuelas” a
la casa y por ello había que tragar “carros y carretas”. Hoy en día la
situación ha cambiando sólo ligeramente. Las mujeres han encontrado una vía de
escape en hoteles y restaurantes, donde pueden trabajar como camareras o
limpiadoras, con lo que aportan unos pesos a la economía familiar y no se
sienten tan sojuzgadas.
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BY SUSANA FADÓN |
De
cualquier forma y según me contaba María Inocencia, una camarera del hotel
donde me hospedaba, se puede tener la mala suerte de topar con un “Merenguero”
(dícese del varón al que le gusta la música nacional, el Merengue, las
mujeres y sobre todo “tomar” Ron). Con ellos la cosa se complica porque las
ocho o diez mil pesetas que al cambio pueden llegar a ganar al mes, se las
gastan en aquellos menesteres en los que las mujeres “oficiales” de los
merengueros, poco o nada intervienen.
“Los hombres dominicanos son muy machos y les
gustan mucho las mujeres blancas como ustedes, pero sobre todo las españolas
que son mas bravas” me dice Inocencia con cara de picardía. Al parecer la
fidelidad no es algo que se practique con frecuencia: “¡Ah, sí! a los
dominicanos les gusta mucho “jugar”, pero si están casados con anillo, papeles
y todo, no se atreven a hacer nada porque va en contra de la ley y los pueden
meter presos”....
¿CONTINUARÁ?