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Los dominicanos tienen que luchar duro si quieren vivir con las mínimas comodidades. La mayoría de las casas que se ven al borde mismo de las carreteras, no tienen agua y los postes del cableado eléctrico parecen auténticas enredaderas de la cantidad de "pinchazos" que soportan. No hay otra forma de conseguir electricidad como no sea con enormes baterías que utilizan para ver la televisión, por ejemplo. Eso sí, el aparato de música para poder escuchar y bailar "merengue"nunca falta en ningún sitio.

Ramón es un exponente de la que podríamos
llamar clase media dominicana. Trabaja lo suficiente para vivir pero no mas de
lo necesario. Se puede decir que es afortunado ya que incluso posee un pequeño
terreno que lo subarrienda a un agricultor.
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En
este país es fácil pasar de la sonrisa a la indignación sobre todo si se es una
mujer. El ya conocido sabor agridulce me acomete de nuevo. Siempre me sucede lo
mismo cuando vuelve a aparecer ante mí el machismo tremendo que impera y que se
respira en todas partes: “Me he separado hace poco tiempo. Mi mujer no puede
darme hijos y ya ha tenido varias operaciones” dice Ramón mientras me sigue
mostrando las maravillas del paisaje que nos rodea.
Pienso
en la ligereza con que desechan a la hembra que no puede procrear y pienso en
como se sentirá la mujer de Ramón, si sencillamente se resigna. En la República
Dominicana una mujer no es nadie si no está casada y lo mas importante: tiene
hijos. Es así, y no hay quien lo cambie porque al parecer las mismas
mujeres están de acuerdo.
La destartalada “guagua” que conduce Ramón
avanza (¡Gracias a Dios!) lentamente por una zona en la que la naturaleza ha
invadido por completo la carretera, que no es demasiado civilizada, por cierto.
La frondosidad de la vegetación sigue siendo espléndida a pesar de que la
agricultura indiscriminada ha destruido gran parte de los bosques.
En las zona
altas el arbolado se sigue conservando pero en estos momentos tan sólo cubre un
10% del país. La República Dominicana sigue siendo la más rica de las Antillas
en lo que a plantas se refiere. Un 36% de unas aproximadamente 5 .600 especies
diferentes de plantas son propias únicamente de la República, pero tristemente
unas 125 especies se encuentran en vía de extinción, incluyendo numerosas
clases de orquídeas.
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Ramón me sigue contando: “La mayoría de las
dominicanas que salen de su país terminan en la prostitución si es que no
empiezan directamente por ese camino. Los varones suelen introducirse en mafias
o tráfico de drogas. Mire, yo me quedo aquí que vivo bien, nunca hace frío y no
me falta de comer”. Este es un pensamiento bastante extendido si se tiene en
cuenta que las únicas gentes a las que han visto enriquecerse sin necesidad de
matarse a trabajar, lo han hecho con el tráfico de drogas, principalmente.
Los compatriotas que han emigrado no lo hacen
mucho mejor, si es que no terminan asesinados en un rincón como sucedió en el
tristemente conocido caso de Lucrecia, a la que todavía hoy, todo el mundo
recuerda.
Cualquier
tipo de droga está mal visto en “La dominicana”. Por supuesto que existe el
problema, pero no de forma latente y debido principalmente a influencias de Los
Estados Unidos. La mayoría de la población ni siquiera fuma y su deporte
favorito, y en el que invierten varias horas diariamente, es el “merengue”.
A
pesar de su proximidad con Haití, país con el que se han visto obligados a
compartir la isla desde tiempos inmemoriales y después de sufrir interminables
ocupaciones e invasiones, no es mucha la influencia de aquél país y sí muchas las
diferencias entre ellos. Sus relaciones nunca fueron demasiado buenas y
empeoraron en 1991 después de que se produjeran numerosas deportaciones de
inmigrantes ilegales haitianos.
Los
habitantes de Haití son predominantemente de raza negra, tienen como raíces
culturales a Francia y África, y sobre todo, viven en un entorno pobre y
superpoblado. En contraste la población dominicana es predominantemente mulata
o blanca, posee cultura hispana y pertenece a un país que sufre un importante deterioro del medio ambiente,
pero que posee así mismo áreas de gran riqueza.
Nadie
en la república ha olvidado los casi 31 años de dictadura sufridos desde
1930 con el dictador Rafael Leonidas
Trujillo Molina, que hasta su asesinato en 1961 sometió al pueblo dominicano a
la mas profunda represión y terror. La tremenda angustia con que se vivió
durante aquellos años es recordada a cada momento con anécdotas de la
vida cotidiana que con sólo imaginarlas le ponen a uno los pelos de punta.
En
estos momentos los dominicanos miran con optimismo al futuro. Siguen confiando
en la benevolencia del “de allá arriba”, basan su vida en una religiosidad que
aunque no posee raíces demasiado profundas les llena de buena voluntad.
Es difícil que pierdan la sonrisa, el gusto por las cosas buenas y sencillas de la
vida. Por algo el visitante queda “enganchado” a este país y sus contrastes, a
su ritmo tranquilo, su filosofía vital y al movimiento frenético del
“Merengue”, la música nacional por excelencia, que además de conseguir que las
cinturas se agiten, cuenta en cada canción una historia distinta, historias que
definen la pasión de sus gentes.