Siempre he sido de pituitaria agradecida, y eso que no me viene de familia.
Más de una vez he comentado que los olores y recuerdos para mí son inherentes, inseparables, algunas veces mucho más que una fotografía incluso, más que esas mil palabras (que dicen) vale una imagen.
No exagero, no. El otro día sin ir más lejos, haciendo orden en un armarito del baño, encontré un frasco de mi perfume favorito (y eso que tengo muchos), olvidado allá en el fondo. No me extraña que estuviera ahí, porque ese olor me transportó inmediatamente al sin duda mejor momento, más agradable, ligero y feliz de mi vida.
![]() |
www.bezzia |
El impacto fue tremendo, me vi de nuevo en Ibiza y sus campos, aquellos paseos indescriptibles representados ahora de una forma brutal. Las sensaciones fueron tan fuertes que de repente me encontré llorando de nostalgia por todos aquellos momentos que ya no volverán y que están mejor ahí, encerrados en ese frasco con olor a cedro intenso, y mandarina en verano.
![]() |
www.kukyflor |
Sí porque tenía las dos, la de invierno que ha perdurado, y la de verano; fresca, volátil y ligera que quizás por eso mismo ha decidido desaparecer dejándome un incierto recuerdo.
No puedo ni quiero comparar aquellos instantes con el presente, es demasiado duro, casi imposible de soportar. No obstante me queda el pequeño consuelo de saber que sólo tengo que abrir ese sencillo y discreto frasco para transportarme a mis momentos más dorados y maravillosamente perfumados.