Mira que es bajito y poca cosa y encima se empeña en liarse con mujeronas de grandes pechotes y tintados peinados que le hacen parecer a él un niño con una sonrisa bobalicona y mirada de no saber muy bien qué hacer.
Pinterest.com |
Esa era la imagen que tenía de Jamie Cullum cuando le veía
de vez en cuando en alguna alfombra roja de eventos musicales. No lo conocía, pero el día que le vi sentarse a un piano Steinway, vi a un grandísimo músico que interpretaba un energético jazz con un poco de pop, lo mejor de uno y otro género. Una música vibrante que desde luego no deja indiferente. Su música me traslada inmediatamente a Gouda esa preciosa localidad de Holanda conocida por su famoso queso, aunque por entonces yo no tenía ni idea. Holanda es jazz en directo música en todas partes y por supuesto Hans que tocaba el piano de una forma absolutamente brillante.
Pinterest.com |
Nos conocimos en unas vacaciones, pero terminamos juntos en Holanda en poco más de 3 meses. Era como en la película “Fama” incluso estudiaba en un sitio parecido solo para grandes talentos artísticos, pero en un ambiente completamente vanguardista, minimalista, hipermoderno, muy holandés con los últimos adelantos en todas las disciplinas. Pero ese cerrar y abrir de pesadas puertas de estudio y el fluir de las notas de un clásico violín mezclándose con los ritmos digitales pre grabados de hip-hop y esas clases de baile... eran igualitas a la película.
Ese brillante talento había decidido vivir conmigo no lo podía creer yo que había terminado a duras penas 7 años de piano.
Lo que más me admiraba eran aquellas improvisaciones en aquel piano verde del que yo me burlé al principio cuando lo compró a un anticuario cercano a su destartalada vivienda, pero ¡cómo sonaba!, era increíble el sonido y el ritmo que podía sacar del instrumento. Hans tenía unas manos grandes, pero maravillosamente bellas, con unos dedos largos que no hacían sospechar lo que eran capaces de hacer sobre un teclado.
Gloriosos días de amor y música siguen en mi cabeza. Marihuana, vino, queso, encuentros con jóvenes y viejos músicos amigos en todas partes que decían cosas como que habíamos llegado a parecernos físicamente por influencia del amor que nos teníamos.
Qué cosa más romántica, extrañamente bella, aunque no fuera cierta, porque al pasar de los años me di cuenta de que me enamoré de su música, de aquella canción que compuso para mí en aquella pequeña isla donde cada rincón servía para nuestros rutilantes encuentros llenos de pasión y un poquito de locura.